Grupos de Familia Al‑Anon (SB‑5)

COMO COMPRENDERSE A SI MISMO

Antes de la sobriedad

Mientras aquellos por quienes nos preocupamos beben todavía, somos sensibles al daño que nos ocasionan. Solemos considerarlos egoístas, arrogantes, irresponsables y sin consideración. Les reprochamos por las horas que pasan alejados del hogar y por faltar a sus deberes coma compañeros, padres, madres o hijos. Nos quejamos amargamente porque no administran bien el dinero y porque no se preocupan por el futuro. Con frecuencia empezamos a justificarnos a nosotros mismos y rebosando de amargura y desesperación, tratamos de desquitarnos. Estas reacciones las consideramos muy naturales – hasta que aprendemos que estamos tratando con personas gravemente enfermas.

Puede que nuestra actitud se haya vuelto negativa, cínica o desesperada. Algunos perdemos la fe en las bondades de la vida y en nosotros mismos. En nuestro profundo descontento, tendemos a poner en duda las posibilidades de un cambio. Aunque tratamos de aferrarnos a los recursos espirituales de nuestra juventud, muchas veces lo hacemos sin una firme convicción o esperanza.

Debemos eliminar esto del pensamiento antes de volver a encarar con éxito los problemas de la vida.

Con frecuencia nos abruma la autocompasión. La vida, pensamos, ha sido cruel al juntarnos con un alcohólico. Nos olvidamos de cuando este era bueno y generoso. Olvidamos las veces que ha tratado de hacernos la vida placentera. Puede que gocemos de una salud excelente y que tengamos unos hijos encantadores. Quizá todavía disfrutamos de abundancia y prosperidad debido a la ambición y laboriosidad del alcohólico en sus períodos de sobriedad. Olvidamos contar nuestras bendiciones; pero continuamente nos lamentamos de nuestra carga.

Al reflexionar, quizá descubramos que inconscientemente estamos desarrollando una marcada arrogancia. Como nos parece que el alcohólico esta sin lugar a dudas siempre equivocado, suponemos que somos infalibles y tenemos siempre la razón tanto en nuestras actitudes coma en nuestras decisiones.

Las bien intencionadas amistades y la simpatía de la opinión pública tienden a confirmar nuestra creencia. La autoridad ejercida sabre el alcohólico, hasta en asuntos de poca importancia, llega a convertirse en un hábito. Sin darnos cuenta, lo que pensamos que hacemos coma una guía amorosa, a menudo se convierte en dominio irreflexivo e importuno.

*Después de la sobriedad

Al principio, cuando los alcohólicos se unen a Alcohólicos Anónimos, puede que experimenten un cambio milagroso. La vida en realidad parece color de rosa. Lo que tanto hemos esperado y por lo cual hemos luchado en vano a través de los años, ahora se convierte en realidad. Pero algunos vemos que la nueva forma de nuestro ser querido en AA trae una serie de dificultades nuevas, problemas que debemos aprender a resolver si queremos crear una vida hogareña feliz.

Después de un periodo de sobriedad, el alcohólico recuperado puede estar dispuesto a reasumir sus responsabilidades, pero no siempre estamos dispuestos a permitírselo. Cuando empezamos a examinar nuestra propia actitud, nos asombramos al notar cuan equivocados estábamos. El dirigir las cosas a nuestro gusto se había convertido en un hábito profundamente arraigado y nos resistimos a dejarlo. Estas tensiones creadas, debían haber sido evitadas mediante una actitud moderada por nuestra parte. Poca a poco y con la ayuda del programa de Al‑Anon, llegamos a ser sinceros con nosotros mismos. Vemos que muchos de nuestros defectos tienen poca relación con el alcoholismo de nuestros cónyuges. Puede que todavía alberguemos resentimientos e inconscientemente nos rebelemos contra la carga del pasado, y que sintamos amargura porque otros pudieron ayudar a nuestro cónyuge a dejar de beber, cuando nosotros no pudimos. Una vez fuimos el sostén en la vida del alcohólico, y vemos que hoy nos hemos convertido en alga meramente incidental en su recuperación. Eso resulta un desafío aun para las mentes mejor adaptadas. Algunos lamentamos el hecho de que el alcohólico que acaba de hacerse sobrio ahora trabaje diligentemente muchas horas para recuperar el tiempo perdido en sus negocios. Puede que aún nos resintamos a causa del tiempo empleado en reuniones con los AA, o en ayudar a otros alcohólicos que todavía siguen bebiendo. Finalmente, llegamos a comprender que esta actitud es por demás posesiva y no tiene cabida en nuestra vida.

Una vez que tenemos fe en nuestro ser querido aprendemos a dejarlo que actúe en sus actividades con los de AA, aun cuando nos sintamos solos y abandonados como en los peores momentos de antes. Después de la primera sensación de alivio y liberación de tensiones experimentada cuando nuestros alcohólicos han aceptado al fin la ayuda de AA, encontramos el desencanto de esa soledad y aflicción que el alcoholismo dejó a su paso.

La forma de salir de nuestro dilema personal planteado por la soledad es por medio de Al‑Anon. Fijarnos cómo AA ayuda a los alcohólicos a soltar la carga mediante el recurso de compartir sus experiencias y problemas con otros que los comprenden y confiar en que los Grupos de Familia Al‑Anon pueden beneficiar a los compañeros no alcohólicos de la misma forma que la acción de compartir beneficia a los alcohólicos.

Aquellos de nosotros cuyos cónyuges todavía rechazan la ayuda, podemos igualmente encontrar inspiración y satisfacción en la forma de vida recomendada por Al‑Anon. Aunque todavía nos acoge el problema del alcoholismo activo, nos es posible encarar la vida con mayor confianza, y crear un ambiente emocional más constructivo en nuestros hogares. Aprendemos a aplicar los Doce Pasos en todos los aspectos de la vida cotidiana, y vemos que la profundidad espiritual y la sabiduría que ello encierra, satisface todas nuestras necesidades.

Cuando los miembros de Al‑Anon conversamos y compartimos ideas, nos es posible aplicar las experiencias de otras personas a nuestros propios problemas. Descubrimos que los Doce Pasos nos ofrecen tanta ayuda como a los alcohólicos; que el convivir con un alcohólico nos ha enfermado también, y que necesitamos hallar nuestra propia sobriedad emocional, tanto como nuestros cónyuges alcohólico s necesitan liberarse del alcohol.